Cerros y colinas coronados de robles y encinas entre un mar de espigas que se funden en el horizonte de la llanura castellana. Olivares y viñedos, almendros, frutales y huertos encajonados por el río Duero. Un paisaje agreste y colosal modelado por generaciones austeras que se erige en un tributo a la memoria y esfuerzo de la humanidad. El vino como parte inseparable de nuestras vidas.