Sobre llicorella de mil colores, en laderas y bancales de pendientes pronunciadas, crecen nuestras cepas de cariñena y garnacha. Un espacio bañado por las tonalidades oscuras, brillantes y relucientes de la pizarra, con matices ferruginosos, rojizos y oxidados. Una tierra árida, donde gente de admirable tenacidad labra con mula y vendimia a mano. Un esfuerzo loable para obtener una uva de máxima calidad que nos permite, después de su paso por bota, conseguir esta obra de arte. El vivo reflejo del Priorat.